Juicio Guerrieri II. Entrevista a Alicia Gutierrez: “Declarar en los juicios es sobre todo un compromiso con el futuro”
Por Tomás Labrador. Alicia Gutiérrez, esposa del militante montonero desaparecido por el terrorismo de Estado, Eduardo Toniolli, empezó a militar en la Facultad de Odontología de Rosario y llegó a ser presidenta del centro de estudiantes en 1973 por la Juventud Universitaria Peronista (JUP). La actual diputada provincial por Solidaridad e Igualdad, a fines del 74 comenzó a ser perseguida por las Tres A y debió dejar la facultad. Iniciaban años difíciles para los militantes del campo popular, situación que agravó el golpe militar y la represión desde los aparatos del estado que se recrudece a partir de ese momento.
–Cuando te amenazan decidís pasar a la clandestinidad. ¿Cómo se desarrolla tu vida a partir de ese momento?
–Mi hermana y yo recibimos cartas de las Tres A en las que nos daban un período para que nos fuéramos. El Decano de la Facultad de Odontología era de las Tres A y pertenecía a la Juventud Peronista República Argentina (JPRA), yo lo sabía porque tenía un familiar que era de esa agrupación y me lo había transmitido. Aunque con mi hermana habíamos terminado de cursar pero como habíamos estado en el centro de estudiantes y la concesión del bar nos empezaron a citar de la justicia como que en el bar habían encontrado armas de guerra, todavía estábamos en democracia.Después del golpe el interventor militar lo que hace es expulsarnos de la Universidad. Mi hermana había sido asesinada y la expulsan, otros estaban detenidos pero a pesar de eso los expulsa. Se empiezan a dar una cantidad importante de caídas de compañeros que venían de Sante Fe o de Entre Ríos, algunos venían de la UES y todos los días caía alguno o eran asesinados. Y como se produjo un desbande de lo que era Rosario, con mi compañero Eduardo Toniolli nos tuvimos que ir de la casa donde estábamos viviendo porque cae detenido, el 22 de junio del 76, Eduardo Pérez, que era la pareja de mi hermana y nunca más supimos de él. Nos fuimos a una casa que compartíamos con Ana Gurmendi y Oscar Capella (la Gringa y el Foca), ella estaba embarazada como yo y la última vez que los vi me comunicó que estaba muerto el feto por lo que se tenía que hacer un aborto.
–Y entonces ¿qué hacen?
–A nosotros nos trasladan a la ciudad de Córdoba. Eduardo se va el veintipico de agosto y yo diez días después. Me acuerdo bien de la fecha porque fué después de que asesinaran a Raúl Milito y a Silvia Bianchi, compañeros nuestros de acá a los que asesinan en Córdoba. Ella estaba embarazada y al día siguiente tenía que ir a que le provocaran el parto. Pero sale con un pañuelo blanco y la asesinan. El operativo estaba dirigido por Menéndez. Yo llegué el 12 de septiembre y había una situación mucho más grave que la que se vivía en Rosario, todos los días desaparecían compañeros. Un día, cerca de navidad, estábamos con Ana María Arriola de Belizán, compañera que tenía un bebé recién nacido y otro de poco más de un año. El marido había sido asesinado y ella estuvo muy poco tiempo con nosotros porque termina cayendo el 9 de febrero en una cita junto con Eduardo. A esa cita también tenía que ir yo, pero ese día me sentía mal.
–¿Cómo te manejás a partir del secuestro de Eduardo?
–Intento contactarme con los compañeros, con los que tenía algún vínculo, pero no lo consigo y quedo totalmente desvinculada. Cuando veo que Eduardo no venía, a las dos horas me fuí a las sierras donde mis padres estaban veraneando y ya no volví más a Rosario ni a Córdoba. Me quedé un tiempo ahí y después estuve siempre clandestina. Tuve a mi hijo Eduardo en Río Ceballos. Fueron cuatro años bastante difíciles, de no poder salir a la calle. Y gracias a que mis padres me podían mantener económicamente y otros familiares de Fidel, mi suegro, me alquilaban a nombre de ellos un departamento en Córdoba o en Buenos Aires, pude sobrevivir.
–¿Y cuándo llegas a exiliarte?
–Llegó un momento en que yo ya me quería ir pero no podía hacerlo porque no tenía la documentación. Cuando ceden en la frontera los controles, Fidel me informa que se puede salir y en enero del 81 viajo a Brasil. Pasé por la frontera caminando yo sola y atrás venían mi suegra y mi mamá con el nene, entonces me refugié en el alto comisionado de Naciones Unidas en Río de Janeiro y estuve un año allí hasta que me dieron un pasaporte para salir del país. Eduardo cumplió 4 años en el exilio y entonces ahí pude profundizar en las respuestas a las preguntas que hacía sobre su papá, pude contestarle todo lo que él preguntaba. Yo quería quedarme en Brasil pero no me lo permitían, entonces conseguí que me mandaran a Francia.
–¿Supiste que pasó con Eduardo a partir de su secuestro?
–Nosotros tenemos los testimonios de “La Perla” porque hubo un grupo de sobrevivientes, como Liliana Callizo, Graciela Geuna, Teresa Mesquiati, Piero Dimonte y Kuzman que hicieron una exhaustiva declaración en Suiza y enviaron eso a la Argentina como testimonio. Inclusive fue presentado a la OEA. Por ese campo de concentración pasaron más de 2 mil personas pero ellos se habían hecho un listado mental de gente que había pasado por ese centro y tenían datos precisos. Recordaban perfectamente a Eduardo describiendolo como alguien muy alegre que permanentemente trataba de estar lo mejor posible pero que había sufrido terribles torturas. Después de unos tres meses fue trasladado aquí pero no sabemos a qué lugar porque él cae en febrero, calculemos que está en La Perla hasta abril y después, hasta septiembre que es alquilada la quinta de Funes, desconocemos donde estuvo. En ese período su papá, que era militante del PC, integrante de la Liga y creador con otras personas de Familiares de Detenidos Desaparecidos de la ciudad de Rosario, recibe en su negocio la visita de personas de civil armados con armas largas, que decían ser de la organización Montoneros. Fidel se dió cuenta que no podían ser de Montoneros con armas largas asomando de la ventanilla del auto en pleno año 77. Le piden plata y le dicen que si quería ver al hijo tenía que estar a las dos de la madrugada cerca de Granadero Baigorria. Por eso sospechamos que podía estar en La Calamita. Él les dice que no, por el tema del riesgo que significaba que lo secuestraran y porque los familiares permanentemente eran seguidos en sus actividades. Fidel fue a todos lados, al 2° Cuerpo de Ejército, al 3°, visitó a los curas, a todos los milicos, mandó cartas a Harguindeguy, Videla, Massera, Agosti, Menéndez, a todos. Y entre ellos se entrevistó con su primo Enrique Braulio Olea, que era Teniente Coronel y que había sido como su hermano de la infancia en Córdoba, y le dijo ‘mirá mi hijo está detenido en forma ilegal’, su primo se enojó mucho y le dijo que el ejército no tenía detenidos en forma ilegal, pero que iba a averiguar y apareció a los 15 días con los legajos que tenía la inteligencia del ejército sobre nosotros. Fidel no desconocía cuál era nuestra militancia y a qué organización pertenecíamos. Olea preguntaba permanentemente donde estaba yo pero Fidel evidentemente no le dió ningún dato. Al día de hoy, Braulio Olea purga una pena por delitos de lesa humanidad, ya que era el jefe del campo de concentración La Escuelita, de Neuquén. Y después también un cura de acá de Rosario, que era capellán y que estaba en la Catedral “Pochola Martínez”, le quiso sacar información a Matilde, la mamá de Eduardo, sobre dónde estaba yo y si ya había tenido al bebé. Datos que obviamente no le dio y le dijo que no sabía siquiera que estaba embarazada.
–¿Cómo fue tu exilio en Francia?
–Desde allá hacíamos denuncias a través de organismos internacionales, sobre todo de los detenidos desaparecidos pero también de los niños que habían nacido en cautiverio. Integré el SOLMA que fué una asociación que se formó en el exilio en Grenoble, donde nosotros estábamos. Se hacían campañas para juntar fondos y se invitó a las Madres, que llevaron videos y material que pasábamos sobre el tema de los niños/as nacidos en cautiverio.
–¿Pensabas en volver al país?
–Siempre tuve la idea de volver. Hoy vivo acá, pensaba, pero voy a volver en cuanto pueda. Viví el presente pero siempre pensando en la vuelta, nunca pensé en la opción de quedarme allá. Incluso cuando le ofrecí la posibilidad a Eduardo de visitar a sus abuelos, al volver a Francia me dijo que quería volver a la Argentina.
–¿Cuándo pudiste finalmente concretar el regreso?
–Pude viajar recién en diciembre del 85 porque no me daban el pasaporte. Cuando volvimos no me incorporé a ningún organismo de DDHH, sino que me contacté con Cecilia Nazabal y juntas reconstruimos la historia de la “Quinta de Funes”. En algún momento, compañeros que pertenecían a la organización se acercaron a pedirnos que no ahondáramos en el tema porque allí hubo compañeros que habían colaborado y eso desprestigiaba a la organización pero nosotras no respondimos a eso y seguimos profundizando la investigación.
–Desde ese momento se podría decir que formaron una sociedad con Cecilia Nazabal, esposa de Fernando Dussex, uno de los secuestrados en la Quinta de Funes, y juntas pudieron avanzar muchísimo en la reconstrucción de lo que pasó en ese centro clandestino.
–También estaba el padre de Ignacio Laluf, que era un señor mayor que tenía mucha polenta. Nosotros a partir del libro de Miguel Bonasso (“Recuerdo de la Muerte” basado en el testimonio de Jaime Dri, único sobreviviente del CC Quinta de Funes) pudimos reconstruir la historia y localizar los sitios. Como Cecilia conocía mucho a los compañeros de Santa Fe y yo a los de Rosario fuimos sacando los nombres verdaderos a partir de los sobrenombres de cada uno. Esto fué muy importante para nosotros. Estábamos muy ligados a Olga Cabrera Hansen, que tenía una visión muy amplia de la represión, en esta parte del 2° Cuerpo de Ejército, más global no tan sectorizada por CC y también nos dieron su apoyo y un espacio para trabajar algunos abogados que eran allegados a Fidel, como Pegoraro que tenía un estudio en la calle Presidente Roca donde estábamos días enteros trabajando. Después de la CONADEP y los juicios, se había retrocedido mucho con las leyes impunidad y los indultos pero se le encontró la vuelta cuando se abrió la posibilidad de los juicios de la verdad. Nosotros presentamos en ese momento toda la información que disponíamos. Hicimos una reunión en la ciudad de Santa Fe con todos los familiares y les pedimos fotos que hicimos llegar a Jaime Dri de distintas formas, porque mantenía en reserva el lugar donde se encontraba.
–¿Con Dri establecen contacto a partir de ese momento?
–Sí, y también le mandamos algunas fotos de los represores que eran mucho más difíciles de conseguir.
–Gran parte de la información sobre los represores fue la que se llevaron tras el robo a Tribunales en el 84’.
–Así es, de todas maneras nunca se había investigado sobre la Quinta de Funes, aunque los represores eran los mismos, eran integrantes del ejército. No nos olvidemos que iban Galtieri, Jáuregui y Juvenal Pozzi, los altos mandos del 2º Cuerpo de Ejército. Cuando hace el reconocimiento, Jaime recordaba exactamente todos los lugares. Incluso dijo ‘en este lugar se sentó Galtieri y a mí me hizo sentar en una silla enfrente y me dijo tal cosa’. También, cuando fuimos a la Magnasco (CC que funcionó en la escuela industrial ubicada en Zeballos y Ovidio Lagos de Rosario) cerraba los ojos y decía ‘bajamos estos escalones y acá hay una puerta que comunica’ y aunque la puerta no estaba más se notaba que la habían tapiado. Después decía ‘bajamos tantos escalones más y había un baño’ y era todo tal cual como él lo relataba. Lo mismo en La Intermedia (CC ubicado en el KM 23 de la autopista a Santa Fe) donde, de acuerdo a las declaraciones del represor Constanzo, quienes pasaron por la Quinta de Funes fueron asesinados por Rdolfo Isach. Y gracias a la investigación que hicimos con Cecilia, pudimos tener la certeza de quiénes habían participado. También muchos de los familiares dieron información, sobre todo los que habían tenido contacto con sus hijas o hijos. Fernando Dussex, por ejemplo, se había encontrado con su hijo pequeño, Adela Panelo de Forestello, madre de Marta Forestello,pudo encontrarse con su yerno Miguel Angel Tosetti mientras estaba secuestrado, para mostrarle a la hija que la tenía ella después que secuestran a Marta y la familia Laluf que recibió cartas en distintas oportunidades durante un tiempo Fernando también había enviado cartas a su hijo con dibujos etc. nosotros no recibimos nunca cartas pero Fidel si mandó una carta cuando ellos vinieron a buscar plata y él les dijo que no tenía pero les dio ropa, comida y medicamentos que ellos pidieron y también le dió una carta para Eduardo en la cual le daba a entender que había nacido su hijo cosa que él supo, porque quienes estuvieron en La Perla, comentaron que le habían dicho que nació su hijo varón.
–Llegamos al primer juicio en el año 2009.
–Cuando se derogan las leyes de impunidad, se abre la posibilidad de hacer juicios plenos y de condenar a quienes habían secuestrado, torturado, asesinado y secuestrado niños.
–En las investigaciones que ustedes desarrollaron se esforzaron mucho por conocer el destino de los niños que podrían haber pasado por la Quinta.
–Para Cecilia y para mí siempre fue un objetivo primordial encontrarlos. Hasta que supimos que sólo había estado Sebastián y del embarazo de María (Raquel Negro de Valenzuela) pasó un tiempo, porque la dueña de la Quinta había dicho que vió muchos niños en la pileta el día que fue, con lo cual teníamos la sospecha que había otros niños. Esto no se corroboró. Sabíamos que a Sebastián se lo habían entregado a sus tíos pero de los mellizos no sabíamos nada. Hicimos muchas movidas para saber dónde estaban, inclusive hicimos seguimientos de gente que tenía mellizos adoptados. Sabíamos, por el relato de Dri, que habían nacido en Paraná pero hasta que apareció Sabrina pasaron muchísimos años.
–Dedicaron muchísimo esfuerzo a saber cuál había sido el destino de esos chicos.
–Cecilia, Matilde Bruera y yo fuimos a hablar en Buenos Aires con las Abuelas de Plaza de Mayo, que nos preguntaron qué interés teníamos nosotras en investigar eso. Para nosotras el interés era el compromiso con nuestros compañeros y pensamos que si a nosotras nos hubiera pasado hubieramos querido lo mismo, y seguimos buscando a pesar de encontrarnos permanentemente con los represores en la calle. Cecilia, incluso, se descompuso una vez en la calle producto de haberse encontrado a Pagano frente a frente comiendo en el mismo lugar.
–Hace poco te tocó declarar como testigo en el juicio Guerrieri II, ¿cuales serían los aspectos más destacables de tu declaración?
–Fundamentalmente la metodología con la que actuaba la dictadura, los secuestros, la tortura, los campos de concentración y exterminio. Esa metodología estaba conducida por el 2° Cuerpo de Ejército y quienes estuvieron al frente de esos campos de concentración eran de la jerarquía del Ejército y de la más alta dirección. Por lo tanto, creo que es una causa bastante importante en ese sentido.
–¿Que pensás que queda pendiente por saldar en este proceso de Memoria, Verdad y Justicia?
–Para quienes vivimos esa época, a pesar que yo no sufrí directamente la desaparición ni torturas, declarar es un compromiso con el pasado. Hacer todo lo necesario, todo lo que hice y me queda por hacer, ya que me falta declarar en la causa Feced por mi hermana. Pero es sobre todo un compromiso con el futuro. Este año se cumplen 30 años ininterrumpidos de democracia y me parece que hemos ganado 30 años para nuestros hijos y espero que sean muchos más, que nunca más tengamos que vivir en dictadura. Yo nací y me crié entre dictaduras con períodos muy cortos de democracia y espero que mi hijo y mis nietos no tengan que padecer esto y puedan vivir en libertad. Eso también depende de todos nosotros, que sigamos manteniendo latente este reclamo de Verdad, Justicia y condenas. Yo creo que volver atrás no se puede.
–En este juicio además de vos también declararon muchos de los hijos de quienes estuvieron en la Quinta.
–Para mí es un orgullo que hayan declarado tantos hijos y que se sientan orgullosos de sus padres, que reivindiquen sus historias, sus militancias, esto por sobre todas las cosas demuestra que si los militares tenían como objetivo que los hijos no pensaran como sus padres o que renegaran de la historia de sus padres se equivocaron ya que no sólo reinvindican sus historias militantes sino también muestran a las claras las heridas que dejó la dictadura y las consecuencias que dejó sobre sus vidas. Los Organismos pusieron todo. Creo que lo que se consiguió fue producto de una lucha colectiva, no atribuible en forma individual sino de muchas voluntades y sobre todo de gran parte del pueblo argentino que se sumó. Creo que si no hubiera habido un apoyo tan importante de muchos sectores de la sociedad, no hubiera sido posible obtener verdad, justicia y condenas. A partir de los 20 años del golpe hubo como un antes y un después y vastos sectores juveniles que se incorporaron y otros sectores de la sociedad empezaron a ver como válidos los juicios. Todavía nos debemos discusiones que tienen que ver con ahondar en el pasado, porqué fue posible la dictadura, porqué se llegó a la lucha armada. Y creo que es una discusión que corresponde no sólo a los que participamos en ello sino a toda la sociedad. Quizás no veamos que se haga justicia con muchos de los que faltan o que se están muriendo, que los juicios duran demasiado y que no hay cantidad suficiente de jueces, fiscales y personal, pero si nos comparamos con otros países de América Latina, como Chile, podemos decir que se avanzó mucho y que esto es un mérito colectivo de los Organismos en primer lugar, que pusieron todo, y de una parte importante de la sociedad que sigue apoyando y que cada 24 de marzo se moviliza a pesar de la cantidad de años que han transcurrido. Es como que está latente este reclamo en una parte importante de la sociedad Argentina. Un recuerdo para Cecilia: Ella lamentablemente no pudo estar, no pudo ver que se llevara adelante el juicio e incluso falleció antes de declarar. Fué una luchadura incansable, no sólo por esta causa, sino que colaboró con muchas otras y contribuyó a que se pudieran encontrar otros hijos e hijas y aportó datos muy importantes. Para mí, en lo personal, fue una pérdida humana terrible y para la lucha por los derechos humanos también. Es irremplazable, tenía una memoria prodigiosa y volvía loco a cualquiera con sus datos. Vivía pensando en el momento en que tenía que declarar. Fué una compañera y una amiga irrepetible. CONADEP: Creo que fué un hito lo de la CONADEP, sus investigaciones sirvieron muchísimo, primero para la memoria, después para la verdad y para la justicia ya que la información que recolectó sirvió para que se hicieran los juicios a los comandantes.
–Cuando te amenazan decidís pasar a la clandestinidad. ¿Cómo se desarrolla tu vida a partir de ese momento?
–Mi hermana y yo recibimos cartas de las Tres A en las que nos daban un período para que nos fuéramos. El Decano de la Facultad de Odontología era de las Tres A y pertenecía a la Juventud Peronista República Argentina (JPRA), yo lo sabía porque tenía un familiar que era de esa agrupación y me lo había transmitido. Aunque con mi hermana habíamos terminado de cursar pero como habíamos estado en el centro de estudiantes y la concesión del bar nos empezaron a citar de la justicia como que en el bar habían encontrado armas de guerra, todavía estábamos en democracia.Después del golpe el interventor militar lo que hace es expulsarnos de la Universidad. Mi hermana había sido asesinada y la expulsan, otros estaban detenidos pero a pesar de eso los expulsa. Se empiezan a dar una cantidad importante de caídas de compañeros que venían de Sante Fe o de Entre Ríos, algunos venían de la UES y todos los días caía alguno o eran asesinados. Y como se produjo un desbande de lo que era Rosario, con mi compañero Eduardo Toniolli nos tuvimos que ir de la casa donde estábamos viviendo porque cae detenido, el 22 de junio del 76, Eduardo Pérez, que era la pareja de mi hermana y nunca más supimos de él. Nos fuimos a una casa que compartíamos con Ana Gurmendi y Oscar Capella (la Gringa y el Foca), ella estaba embarazada como yo y la última vez que los vi me comunicó que estaba muerto el feto por lo que se tenía que hacer un aborto.
–Y entonces ¿qué hacen?
–A nosotros nos trasladan a la ciudad de Córdoba. Eduardo se va el veintipico de agosto y yo diez días después. Me acuerdo bien de la fecha porque fué después de que asesinaran a Raúl Milito y a Silvia Bianchi, compañeros nuestros de acá a los que asesinan en Córdoba. Ella estaba embarazada y al día siguiente tenía que ir a que le provocaran el parto. Pero sale con un pañuelo blanco y la asesinan. El operativo estaba dirigido por Menéndez. Yo llegué el 12 de septiembre y había una situación mucho más grave que la que se vivía en Rosario, todos los días desaparecían compañeros. Un día, cerca de navidad, estábamos con Ana María Arriola de Belizán, compañera que tenía un bebé recién nacido y otro de poco más de un año. El marido había sido asesinado y ella estuvo muy poco tiempo con nosotros porque termina cayendo el 9 de febrero en una cita junto con Eduardo. A esa cita también tenía que ir yo, pero ese día me sentía mal.
–¿Cómo te manejás a partir del secuestro de Eduardo?
–Intento contactarme con los compañeros, con los que tenía algún vínculo, pero no lo consigo y quedo totalmente desvinculada. Cuando veo que Eduardo no venía, a las dos horas me fuí a las sierras donde mis padres estaban veraneando y ya no volví más a Rosario ni a Córdoba. Me quedé un tiempo ahí y después estuve siempre clandestina. Tuve a mi hijo Eduardo en Río Ceballos. Fueron cuatro años bastante difíciles, de no poder salir a la calle. Y gracias a que mis padres me podían mantener económicamente y otros familiares de Fidel, mi suegro, me alquilaban a nombre de ellos un departamento en Córdoba o en Buenos Aires, pude sobrevivir.
–¿Y cuándo llegas a exiliarte?
–Llegó un momento en que yo ya me quería ir pero no podía hacerlo porque no tenía la documentación. Cuando ceden en la frontera los controles, Fidel me informa que se puede salir y en enero del 81 viajo a Brasil. Pasé por la frontera caminando yo sola y atrás venían mi suegra y mi mamá con el nene, entonces me refugié en el alto comisionado de Naciones Unidas en Río de Janeiro y estuve un año allí hasta que me dieron un pasaporte para salir del país. Eduardo cumplió 4 años en el exilio y entonces ahí pude profundizar en las respuestas a las preguntas que hacía sobre su papá, pude contestarle todo lo que él preguntaba. Yo quería quedarme en Brasil pero no me lo permitían, entonces conseguí que me mandaran a Francia.
–¿Supiste que pasó con Eduardo a partir de su secuestro?
–Nosotros tenemos los testimonios de “La Perla” porque hubo un grupo de sobrevivientes, como Liliana Callizo, Graciela Geuna, Teresa Mesquiati, Piero Dimonte y Kuzman que hicieron una exhaustiva declaración en Suiza y enviaron eso a la Argentina como testimonio. Inclusive fue presentado a la OEA. Por ese campo de concentración pasaron más de 2 mil personas pero ellos se habían hecho un listado mental de gente que había pasado por ese centro y tenían datos precisos. Recordaban perfectamente a Eduardo describiendolo como alguien muy alegre que permanentemente trataba de estar lo mejor posible pero que había sufrido terribles torturas. Después de unos tres meses fue trasladado aquí pero no sabemos a qué lugar porque él cae en febrero, calculemos que está en La Perla hasta abril y después, hasta septiembre que es alquilada la quinta de Funes, desconocemos donde estuvo. En ese período su papá, que era militante del PC, integrante de la Liga y creador con otras personas de Familiares de Detenidos Desaparecidos de la ciudad de Rosario, recibe en su negocio la visita de personas de civil armados con armas largas, que decían ser de la organización Montoneros. Fidel se dió cuenta que no podían ser de Montoneros con armas largas asomando de la ventanilla del auto en pleno año 77. Le piden plata y le dicen que si quería ver al hijo tenía que estar a las dos de la madrugada cerca de Granadero Baigorria. Por eso sospechamos que podía estar en La Calamita. Él les dice que no, por el tema del riesgo que significaba que lo secuestraran y porque los familiares permanentemente eran seguidos en sus actividades. Fidel fue a todos lados, al 2° Cuerpo de Ejército, al 3°, visitó a los curas, a todos los milicos, mandó cartas a Harguindeguy, Videla, Massera, Agosti, Menéndez, a todos. Y entre ellos se entrevistó con su primo Enrique Braulio Olea, que era Teniente Coronel y que había sido como su hermano de la infancia en Córdoba, y le dijo ‘mirá mi hijo está detenido en forma ilegal’, su primo se enojó mucho y le dijo que el ejército no tenía detenidos en forma ilegal, pero que iba a averiguar y apareció a los 15 días con los legajos que tenía la inteligencia del ejército sobre nosotros. Fidel no desconocía cuál era nuestra militancia y a qué organización pertenecíamos. Olea preguntaba permanentemente donde estaba yo pero Fidel evidentemente no le dió ningún dato. Al día de hoy, Braulio Olea purga una pena por delitos de lesa humanidad, ya que era el jefe del campo de concentración La Escuelita, de Neuquén. Y después también un cura de acá de Rosario, que era capellán y que estaba en la Catedral “Pochola Martínez”, le quiso sacar información a Matilde, la mamá de Eduardo, sobre dónde estaba yo y si ya había tenido al bebé. Datos que obviamente no le dio y le dijo que no sabía siquiera que estaba embarazada.
–¿Cómo fue tu exilio en Francia?
–Desde allá hacíamos denuncias a través de organismos internacionales, sobre todo de los detenidos desaparecidos pero también de los niños que habían nacido en cautiverio. Integré el SOLMA que fué una asociación que se formó en el exilio en Grenoble, donde nosotros estábamos. Se hacían campañas para juntar fondos y se invitó a las Madres, que llevaron videos y material que pasábamos sobre el tema de los niños/as nacidos en cautiverio.
–¿Pensabas en volver al país?
–Siempre tuve la idea de volver. Hoy vivo acá, pensaba, pero voy a volver en cuanto pueda. Viví el presente pero siempre pensando en la vuelta, nunca pensé en la opción de quedarme allá. Incluso cuando le ofrecí la posibilidad a Eduardo de visitar a sus abuelos, al volver a Francia me dijo que quería volver a la Argentina.
–¿Cuándo pudiste finalmente concretar el regreso?
–Pude viajar recién en diciembre del 85 porque no me daban el pasaporte. Cuando volvimos no me incorporé a ningún organismo de DDHH, sino que me contacté con Cecilia Nazabal y juntas reconstruimos la historia de la “Quinta de Funes”. En algún momento, compañeros que pertenecían a la organización se acercaron a pedirnos que no ahondáramos en el tema porque allí hubo compañeros que habían colaborado y eso desprestigiaba a la organización pero nosotras no respondimos a eso y seguimos profundizando la investigación.
–Desde ese momento se podría decir que formaron una sociedad con Cecilia Nazabal, esposa de Fernando Dussex, uno de los secuestrados en la Quinta de Funes, y juntas pudieron avanzar muchísimo en la reconstrucción de lo que pasó en ese centro clandestino.
–También estaba el padre de Ignacio Laluf, que era un señor mayor que tenía mucha polenta. Nosotros a partir del libro de Miguel Bonasso (“Recuerdo de la Muerte” basado en el testimonio de Jaime Dri, único sobreviviente del CC Quinta de Funes) pudimos reconstruir la historia y localizar los sitios. Como Cecilia conocía mucho a los compañeros de Santa Fe y yo a los de Rosario fuimos sacando los nombres verdaderos a partir de los sobrenombres de cada uno. Esto fué muy importante para nosotros. Estábamos muy ligados a Olga Cabrera Hansen, que tenía una visión muy amplia de la represión, en esta parte del 2° Cuerpo de Ejército, más global no tan sectorizada por CC y también nos dieron su apoyo y un espacio para trabajar algunos abogados que eran allegados a Fidel, como Pegoraro que tenía un estudio en la calle Presidente Roca donde estábamos días enteros trabajando. Después de la CONADEP y los juicios, se había retrocedido mucho con las leyes impunidad y los indultos pero se le encontró la vuelta cuando se abrió la posibilidad de los juicios de la verdad. Nosotros presentamos en ese momento toda la información que disponíamos. Hicimos una reunión en la ciudad de Santa Fe con todos los familiares y les pedimos fotos que hicimos llegar a Jaime Dri de distintas formas, porque mantenía en reserva el lugar donde se encontraba.
–¿Con Dri establecen contacto a partir de ese momento?
–Sí, y también le mandamos algunas fotos de los represores que eran mucho más difíciles de conseguir.
–Gran parte de la información sobre los represores fue la que se llevaron tras el robo a Tribunales en el 84’.
–Así es, de todas maneras nunca se había investigado sobre la Quinta de Funes, aunque los represores eran los mismos, eran integrantes del ejército. No nos olvidemos que iban Galtieri, Jáuregui y Juvenal Pozzi, los altos mandos del 2º Cuerpo de Ejército. Cuando hace el reconocimiento, Jaime recordaba exactamente todos los lugares. Incluso dijo ‘en este lugar se sentó Galtieri y a mí me hizo sentar en una silla enfrente y me dijo tal cosa’. También, cuando fuimos a la Magnasco (CC que funcionó en la escuela industrial ubicada en Zeballos y Ovidio Lagos de Rosario) cerraba los ojos y decía ‘bajamos estos escalones y acá hay una puerta que comunica’ y aunque la puerta no estaba más se notaba que la habían tapiado. Después decía ‘bajamos tantos escalones más y había un baño’ y era todo tal cual como él lo relataba. Lo mismo en La Intermedia (CC ubicado en el KM 23 de la autopista a Santa Fe) donde, de acuerdo a las declaraciones del represor Constanzo, quienes pasaron por la Quinta de Funes fueron asesinados por Rdolfo Isach. Y gracias a la investigación que hicimos con Cecilia, pudimos tener la certeza de quiénes habían participado. También muchos de los familiares dieron información, sobre todo los que habían tenido contacto con sus hijas o hijos. Fernando Dussex, por ejemplo, se había encontrado con su hijo pequeño, Adela Panelo de Forestello, madre de Marta Forestello,pudo encontrarse con su yerno Miguel Angel Tosetti mientras estaba secuestrado, para mostrarle a la hija que la tenía ella después que secuestran a Marta y la familia Laluf que recibió cartas en distintas oportunidades durante un tiempo Fernando también había enviado cartas a su hijo con dibujos etc. nosotros no recibimos nunca cartas pero Fidel si mandó una carta cuando ellos vinieron a buscar plata y él les dijo que no tenía pero les dio ropa, comida y medicamentos que ellos pidieron y también le dió una carta para Eduardo en la cual le daba a entender que había nacido su hijo cosa que él supo, porque quienes estuvieron en La Perla, comentaron que le habían dicho que nació su hijo varón.
–Llegamos al primer juicio en el año 2009.
–Cuando se derogan las leyes de impunidad, se abre la posibilidad de hacer juicios plenos y de condenar a quienes habían secuestrado, torturado, asesinado y secuestrado niños.
–En las investigaciones que ustedes desarrollaron se esforzaron mucho por conocer el destino de los niños que podrían haber pasado por la Quinta.
–Para Cecilia y para mí siempre fue un objetivo primordial encontrarlos. Hasta que supimos que sólo había estado Sebastián y del embarazo de María (Raquel Negro de Valenzuela) pasó un tiempo, porque la dueña de la Quinta había dicho que vió muchos niños en la pileta el día que fue, con lo cual teníamos la sospecha que había otros niños. Esto no se corroboró. Sabíamos que a Sebastián se lo habían entregado a sus tíos pero de los mellizos no sabíamos nada. Hicimos muchas movidas para saber dónde estaban, inclusive hicimos seguimientos de gente que tenía mellizos adoptados. Sabíamos, por el relato de Dri, que habían nacido en Paraná pero hasta que apareció Sabrina pasaron muchísimos años.
–Dedicaron muchísimo esfuerzo a saber cuál había sido el destino de esos chicos.
–Cecilia, Matilde Bruera y yo fuimos a hablar en Buenos Aires con las Abuelas de Plaza de Mayo, que nos preguntaron qué interés teníamos nosotras en investigar eso. Para nosotras el interés era el compromiso con nuestros compañeros y pensamos que si a nosotras nos hubiera pasado hubieramos querido lo mismo, y seguimos buscando a pesar de encontrarnos permanentemente con los represores en la calle. Cecilia, incluso, se descompuso una vez en la calle producto de haberse encontrado a Pagano frente a frente comiendo en el mismo lugar.
–Hace poco te tocó declarar como testigo en el juicio Guerrieri II, ¿cuales serían los aspectos más destacables de tu declaración?
–Fundamentalmente la metodología con la que actuaba la dictadura, los secuestros, la tortura, los campos de concentración y exterminio. Esa metodología estaba conducida por el 2° Cuerpo de Ejército y quienes estuvieron al frente de esos campos de concentración eran de la jerarquía del Ejército y de la más alta dirección. Por lo tanto, creo que es una causa bastante importante en ese sentido.
–¿Que pensás que queda pendiente por saldar en este proceso de Memoria, Verdad y Justicia?
–Para quienes vivimos esa época, a pesar que yo no sufrí directamente la desaparición ni torturas, declarar es un compromiso con el pasado. Hacer todo lo necesario, todo lo que hice y me queda por hacer, ya que me falta declarar en la causa Feced por mi hermana. Pero es sobre todo un compromiso con el futuro. Este año se cumplen 30 años ininterrumpidos de democracia y me parece que hemos ganado 30 años para nuestros hijos y espero que sean muchos más, que nunca más tengamos que vivir en dictadura. Yo nací y me crié entre dictaduras con períodos muy cortos de democracia y espero que mi hijo y mis nietos no tengan que padecer esto y puedan vivir en libertad. Eso también depende de todos nosotros, que sigamos manteniendo latente este reclamo de Verdad, Justicia y condenas. Yo creo que volver atrás no se puede.
–En este juicio además de vos también declararon muchos de los hijos de quienes estuvieron en la Quinta.
–Para mí es un orgullo que hayan declarado tantos hijos y que se sientan orgullosos de sus padres, que reivindiquen sus historias, sus militancias, esto por sobre todas las cosas demuestra que si los militares tenían como objetivo que los hijos no pensaran como sus padres o que renegaran de la historia de sus padres se equivocaron ya que no sólo reinvindican sus historias militantes sino también muestran a las claras las heridas que dejó la dictadura y las consecuencias que dejó sobre sus vidas. Los Organismos pusieron todo. Creo que lo que se consiguió fue producto de una lucha colectiva, no atribuible en forma individual sino de muchas voluntades y sobre todo de gran parte del pueblo argentino que se sumó. Creo que si no hubiera habido un apoyo tan importante de muchos sectores de la sociedad, no hubiera sido posible obtener verdad, justicia y condenas. A partir de los 20 años del golpe hubo como un antes y un después y vastos sectores juveniles que se incorporaron y otros sectores de la sociedad empezaron a ver como válidos los juicios. Todavía nos debemos discusiones que tienen que ver con ahondar en el pasado, porqué fue posible la dictadura, porqué se llegó a la lucha armada. Y creo que es una discusión que corresponde no sólo a los que participamos en ello sino a toda la sociedad. Quizás no veamos que se haga justicia con muchos de los que faltan o que se están muriendo, que los juicios duran demasiado y que no hay cantidad suficiente de jueces, fiscales y personal, pero si nos comparamos con otros países de América Latina, como Chile, podemos decir que se avanzó mucho y que esto es un mérito colectivo de los Organismos en primer lugar, que pusieron todo, y de una parte importante de la sociedad que sigue apoyando y que cada 24 de marzo se moviliza a pesar de la cantidad de años que han transcurrido. Es como que está latente este reclamo en una parte importante de la sociedad Argentina. Un recuerdo para Cecilia: Ella lamentablemente no pudo estar, no pudo ver que se llevara adelante el juicio e incluso falleció antes de declarar. Fué una luchadura incansable, no sólo por esta causa, sino que colaboró con muchas otras y contribuyó a que se pudieran encontrar otros hijos e hijas y aportó datos muy importantes. Para mí, en lo personal, fue una pérdida humana terrible y para la lucha por los derechos humanos también. Es irremplazable, tenía una memoria prodigiosa y volvía loco a cualquiera con sus datos. Vivía pensando en el momento en que tenía que declarar. Fué una compañera y una amiga irrepetible. CONADEP: Creo que fué un hito lo de la CONADEP, sus investigaciones sirvieron muchísimo, primero para la memoria, después para la verdad y para la justicia ya que la información que recolectó sirvió para que se hicieran los juicios a los comandantes.