Juicio Guerrieri-Amelong (día 22)
Dos nuevas testimoniales se presentaron este miércoles en los tribunales federales de Rosario, en el marco del juicio contra los represores Pascual Guerrieri, Jorge Fariña, Juan Amelong, Walter Pagano y Eduardo Costanzo. Antonia Deharbe, enfermera del Hospital Militar de Paraná, fue llamada a declarar por haber sido en febrero de 1977, quien recibió a uno de los hijos de Raquel Negro, la desaparecida de la Quinta de Funes que estaba embarazada de mellizos. También dio su testimonio Ariel Rivero, el hijo del detenido de Fábrica Militar y actual concejal, Juan Rivero.
La enfermera Antonia Deharbe aportó algunos datos significativos aunque dejó a los presentes la sensación de saber algo más que lo que contó. Incluso pasó bastante tiempo, con insistentes preguntas de la Fiscal Mabel Colalongo en el medio, hasta que la testigo empezó a soltar prenda.
Antonia explicó que “nosotros en terapia hacíamos guardias pasivas, cuando no había gente en terapia, estando en casa. Yo estaba en guardia pasiva y me llaman porque tuve que recibir a un bebé recién nacido, no recuerdo el año, sabía que eran nenes mellizos, yo recibí la nena. El horario era de las 18 en adelante”.
— ¿Supo que pasó con el otro bebé? –preguntó la Fiscal Colalongo–.
— No, no sé –respondió la enfermera–. Como no me interesaba no supe. Sabía que era mellizo porque me comenta la enfermera que me antecedió en la guardia. No recuerdo quién me antecedió ni quien me sucedió. Elba Olivera, Alicia Palacero o Nelli Cramer.
—¿Donde se registraba y quien hacía las anotaciones?–inquirió la Fiscal–.
—En las hojas de enfermería, administrábamos la medicación y tildábamos. Atendí una sola paciente mujer bebé. No recuerdo el nombre de la bebé –dijo Antonia–.
—¿Recuerda quien la convocó al hospital? –consultó la Fiscal–.
—Si, había una guardia médica que nos decía que nos presentemos porque había una paciente. El Doctor Juan Antonio Zacarías, Jefe de Terapia, es quien me dice que la atienda. No era común. Es la primera vez que vi una bebé en terapia, que era una terapia para adultos –contestó la testigo–.
—¿Que cuadro clínico tenía la bebé? –interrogó la Fiscal–.
—Me traen la bebé y yo la coloco en una incubadora que estaba en terapia. Lo que yo tuve que hacer fue aspirarle secreciones nasales y administrar oxígeno –respondió Deharbe–.
—¿Era común que se realizaran partos? –insistió Colalongo–.
—Si –replicó la testigo–, había un servicio de ginecología, había consultorios externos, se hacían partos.
Antonia recordó que sabía que eran dos bebés pero que ella “solo vio a la nena”. También dijo que escuchó al doctor Alfredo Verdú realizar gestiones para llevar al otro bebé al Hospital San Roque de esa ciudad, y que ella sólo estuvo dos días y después tomo la guardia otra enfermera, entre las que mencionó a “Mirta Figueroa, Telma, Liliana Martínez”.
Además refirió que la bebé fue anotada como NN por decisión del doctor Zacarías y que del varoncito escuchó que “había fallecido en el Hospital San Roque”.
Cabe recordar que la bebé es Sabrina Gullino, la nieta restituida por Abuelas de Plaza de Mayo número 97. La joven declaró hace dos semanas en este mismo juicio oral y público, junto a su hermano mayor Sebastián Álvarez.
Más hijos
Ariel Rivero, el hijo del sobreviviente del centro clandestino de detención Fábrica Militar, Juan Rivero, contó en su declaración el duro episodio que le tocó vivir de niño cuando su padre fue secuestrado de su casa, ante toda su familia, el 12 de mayo del 78.
Ariel recordó que aquel día cuando llegaron los secuestradores, su padre no estaba, por lo que los captores se quedaron en la casa esperando que llegara, sometiendo a toda la familia –en ese momento estaba su madre, hermana, un primo y un vecino–.
Ariel, que tenía unos diez años, fue testigo directo de la captura de su padre y por eso pudo reconstruir esa noche en detalle para el tribunal: “Durante varias horas escuchábamos unos aparatos de comunicación, que decían «pasó uno para allá», como que estaban buscando a mi papá. En un momento. Una de las personas en la radio dice que mi papá viene llegando. Siempre se frotaba los pies en la entrada, entonces nosotros sabíamos que era él. Ingresa a mi hogar y en el mismo momento los señores, que estaban adentro lo toman y lo someten. Le ponen las esposas, siempre con armas en la mano. No hubo resistencia de mi viejo, le pusieron armas en la cabeza. Nosotros quedamos quietos, sin palabras por miedo a lo que le podía llegar a pasar a nuestro viejo. Nosotros éramos muy chiquitos y nunca habíamos visto esas escenas de violencia en mi casa”.
El testigo agregó que a su padre luego “lo llevan hasta la puerta que estaba a unos dos metros, lo paran, en un costado estaba la cocina, mi madre había hecho trota frita, mi madre se levanta, yo también, como para tocarlo, y en ese momento sale una persona morocha, morruda, me agarra del brazo y dice «hay que llevarlo» –por mi–. Y otra persona dice: «dejalo, que es un pibe muy chiquito». Y el otro: «hay que llevarlo porque ya de chiquito tienen la cabeza contaminada» y este le dice que «no, te dije que lo dejes». Yo sentí como un golpe en la espalda, no sé si con las armas o el puño”.
Rivero hijo indicó que “fue un recuerdo inolvidable, que no voy a olvidar nunca, me lastimó mucho, luego de ellos comencé a tener tics nerviosos”.
Ariel repasó la búsqueda desesperada de su madre, Gricelda Arce –que no sólo tenía a su marido desaparecido sino también a su hermana, Adriana–, hasta que un día se enteran que está en el Batallón 121 de Rosario. Nos dicen que está en el Batallón 121. “Vamos con mi hermana y mamá–contó el testigo–, lo vemos muy flaquito, él era un hombre morrudo. Había como habitaciones sin techo, calculo que donde estarían los colimbas, en una de ellas estaba mi viejo. En ese lugar estuvo bastante tiempo. También vimos a mi tía Adriana Arce, flaca. Los dos se veían demacrados”.
Finalmente Ariel relató la “maratón por las distintas cárceles de argentina” donde estuvo detenido su padre. Coronda, Caseros y Rawson.
“Durante esos cinco años fueron los años más horribles, inolvidables. Nosotros debíamos viajar y no teníamos una entrada económica, porque mi viejo era el sostén y no lo teníamos, nos costaba muchísimo visitarlo”, rememoró Rivero.
“Cuando lo llevan a Caseros no me permitían entrar, porque los hijos varones mayores de 12 años y menores de 18 no podían entrar”, indicó Ariel, y agregó: “todos podían entrar y yo no. Me quedaba sentado en una silla los veía detrás de un vidrio y me comunicaba por una especie de caños con agujeritos”.
Inspección ocular
Los jueces del Tribunal comunicaron al cierre de la audiencia que iba a hacer luhgar al reconocimiento del centro clandestino de detención Fábrica Militar de Armas Domingo Matheu, ubicado en Ovidio Lagos al 5200. De la inspección ocular, que no tiene fecha aún, podrán participar los querellantes Olga Moyano, Juan Rivero y Ramón Verón. El imputado Juan Daniel Amelong también solicitó estar presente.
La enfermera Antonia Deharbe aportó algunos datos significativos aunque dejó a los presentes la sensación de saber algo más que lo que contó. Incluso pasó bastante tiempo, con insistentes preguntas de la Fiscal Mabel Colalongo en el medio, hasta que la testigo empezó a soltar prenda.
Antonia explicó que “nosotros en terapia hacíamos guardias pasivas, cuando no había gente en terapia, estando en casa. Yo estaba en guardia pasiva y me llaman porque tuve que recibir a un bebé recién nacido, no recuerdo el año, sabía que eran nenes mellizos, yo recibí la nena. El horario era de las 18 en adelante”.
— ¿Supo que pasó con el otro bebé? –preguntó la Fiscal Colalongo–.
— No, no sé –respondió la enfermera–. Como no me interesaba no supe. Sabía que era mellizo porque me comenta la enfermera que me antecedió en la guardia. No recuerdo quién me antecedió ni quien me sucedió. Elba Olivera, Alicia Palacero o Nelli Cramer.
—¿Donde se registraba y quien hacía las anotaciones?–inquirió la Fiscal–.
—En las hojas de enfermería, administrábamos la medicación y tildábamos. Atendí una sola paciente mujer bebé. No recuerdo el nombre de la bebé –dijo Antonia–.
—¿Recuerda quien la convocó al hospital? –consultó la Fiscal–.
—Si, había una guardia médica que nos decía que nos presentemos porque había una paciente. El Doctor Juan Antonio Zacarías, Jefe de Terapia, es quien me dice que la atienda. No era común. Es la primera vez que vi una bebé en terapia, que era una terapia para adultos –contestó la testigo–.
—¿Que cuadro clínico tenía la bebé? –interrogó la Fiscal–.
—Me traen la bebé y yo la coloco en una incubadora que estaba en terapia. Lo que yo tuve que hacer fue aspirarle secreciones nasales y administrar oxígeno –respondió Deharbe–.
—¿Era común que se realizaran partos? –insistió Colalongo–.
—Si –replicó la testigo–, había un servicio de ginecología, había consultorios externos, se hacían partos.
Antonia recordó que sabía que eran dos bebés pero que ella “solo vio a la nena”. También dijo que escuchó al doctor Alfredo Verdú realizar gestiones para llevar al otro bebé al Hospital San Roque de esa ciudad, y que ella sólo estuvo dos días y después tomo la guardia otra enfermera, entre las que mencionó a “Mirta Figueroa, Telma, Liliana Martínez”.
Además refirió que la bebé fue anotada como NN por decisión del doctor Zacarías y que del varoncito escuchó que “había fallecido en el Hospital San Roque”.
Cabe recordar que la bebé es Sabrina Gullino, la nieta restituida por Abuelas de Plaza de Mayo número 97. La joven declaró hace dos semanas en este mismo juicio oral y público, junto a su hermano mayor Sebastián Álvarez.
Más hijos
Ariel Rivero, el hijo del sobreviviente del centro clandestino de detención Fábrica Militar, Juan Rivero, contó en su declaración el duro episodio que le tocó vivir de niño cuando su padre fue secuestrado de su casa, ante toda su familia, el 12 de mayo del 78.
Ariel recordó que aquel día cuando llegaron los secuestradores, su padre no estaba, por lo que los captores se quedaron en la casa esperando que llegara, sometiendo a toda la familia –en ese momento estaba su madre, hermana, un primo y un vecino–.
Ariel, que tenía unos diez años, fue testigo directo de la captura de su padre y por eso pudo reconstruir esa noche en detalle para el tribunal: “Durante varias horas escuchábamos unos aparatos de comunicación, que decían «pasó uno para allá», como que estaban buscando a mi papá. En un momento. Una de las personas en la radio dice que mi papá viene llegando. Siempre se frotaba los pies en la entrada, entonces nosotros sabíamos que era él. Ingresa a mi hogar y en el mismo momento los señores, que estaban adentro lo toman y lo someten. Le ponen las esposas, siempre con armas en la mano. No hubo resistencia de mi viejo, le pusieron armas en la cabeza. Nosotros quedamos quietos, sin palabras por miedo a lo que le podía llegar a pasar a nuestro viejo. Nosotros éramos muy chiquitos y nunca habíamos visto esas escenas de violencia en mi casa”.
El testigo agregó que a su padre luego “lo llevan hasta la puerta que estaba a unos dos metros, lo paran, en un costado estaba la cocina, mi madre había hecho trota frita, mi madre se levanta, yo también, como para tocarlo, y en ese momento sale una persona morocha, morruda, me agarra del brazo y dice «hay que llevarlo» –por mi–. Y otra persona dice: «dejalo, que es un pibe muy chiquito». Y el otro: «hay que llevarlo porque ya de chiquito tienen la cabeza contaminada» y este le dice que «no, te dije que lo dejes». Yo sentí como un golpe en la espalda, no sé si con las armas o el puño”.
Rivero hijo indicó que “fue un recuerdo inolvidable, que no voy a olvidar nunca, me lastimó mucho, luego de ellos comencé a tener tics nerviosos”.
Ariel repasó la búsqueda desesperada de su madre, Gricelda Arce –que no sólo tenía a su marido desaparecido sino también a su hermana, Adriana–, hasta que un día se enteran que está en el Batallón 121 de Rosario. Nos dicen que está en el Batallón 121. “Vamos con mi hermana y mamá–contó el testigo–, lo vemos muy flaquito, él era un hombre morrudo. Había como habitaciones sin techo, calculo que donde estarían los colimbas, en una de ellas estaba mi viejo. En ese lugar estuvo bastante tiempo. También vimos a mi tía Adriana Arce, flaca. Los dos se veían demacrados”.
Finalmente Ariel relató la “maratón por las distintas cárceles de argentina” donde estuvo detenido su padre. Coronda, Caseros y Rawson.
“Durante esos cinco años fueron los años más horribles, inolvidables. Nosotros debíamos viajar y no teníamos una entrada económica, porque mi viejo era el sostén y no lo teníamos, nos costaba muchísimo visitarlo”, rememoró Rivero.
“Cuando lo llevan a Caseros no me permitían entrar, porque los hijos varones mayores de 12 años y menores de 18 no podían entrar”, indicó Ariel, y agregó: “todos podían entrar y yo no. Me quedaba sentado en una silla los veía detrás de un vidrio y me comunicaba por una especie de caños con agujeritos”.
Inspección ocular
Los jueces del Tribunal comunicaron al cierre de la audiencia que iba a hacer luhgar al reconocimiento del centro clandestino de detención Fábrica Militar de Armas Domingo Matheu, ubicado en Ovidio Lagos al 5200. De la inspección ocular, que no tiene fecha aún, podrán participar los querellantes Olga Moyano, Juan Rivero y Ramón Verón. El imputado Juan Daniel Amelong también solicitó estar presente.