Juicio Guerrieri-Amelong, día 21 (testimonio de Olga Moyano)
La enfermera Olga Moyano fue secuestrada el 11 mayo de 1978 y llevada al centro clandestino de detención que funcionó en la Fábrica Militar Domingo Mateu, ubicada en avenida Ovidio Lagos al 5200, donde fue víctima de la patota del segundo cuerpo de ejército. Este martes brindó su testimonio en el juicio contra tres militares y dos civiles que se lleva adelante en el tribunal oral federal Nº 1 de Rosario. Moyano recordó a sus compañeros de cautiverio –tres de los cuales están desaparecidos– y señaló apodos y nombres de una larga lista de represores que registró prodigiosamente en su memoria.
Juicio Guerrieri-Amelong
El relato de Olga fue pausado, fluido y muy preciso. La testigo demostró ser de esas personas que poseen la virtud de tener un memoria absoluta. En su narración de los hechos vividos no dejó huecos ni lugar a dudas. Comenzó su declaración frente a los jueces del tribunal, recordando sus primeros años en la ciudad de Rosario a la que vino a estudiar enfermería y la amistad que fue construyendo con dos de los desaparecidos de la causa, con los que compartió primero el trabajo en el Sanatorio Plaza y luego cautiverio en la Fábrica: Susana Miranda y Ariel Morandi.
Olga repasó un episodio muy importante que la marcó en la relación con sus dos amigos y compañeros de trabajo. “A fines de 1977 Ariel me hace leer la Carta a las Juntas de Rodolfo Walsh y tomo conciencia de lo que estaba pasando en nuestro país”, explicó Moyano.
La testigo contó que la detuvieron “cuando iba caminado por calle Laprida antes de llegar al Teatro El Círculo. Un Fiat 128 que me venía siguiendo se me cruza. Me empiezan a preguntar por Ariel y Susana. Me meten en la parte posterior del auto”. Olga agregó que vio que uno de los tipos “tenía pelo largo y bigotes”.
Moyano reconstruyó para los jueces el momento de su llegada a la Fábrica Militar: “Se abre un portón y entramos a un lugar, subimos escaleras, me desnudan, me cambian capucha por venda, me ponen en una camilla de tipo ginecológico, me amarran y me empiezan a torturar con picana. Me preguntan que “Quien me había dado la carta de Rodolfo Walsh”. Y dicen: “Acá tenemos una boluda que es virgen, vamos a hacerla sufrir”.
Parta el estremecimiento del tribunal –y del público de la sala, donde se encontraba además el marido de Olga junto a sus hijos–, Moyano refirió que “en ese momento sentí que me moría. La voz del que me interrogaba era una vos tranquila. Siento un dolor muy fuerte en el pecho y pido que me den un medicamento que tengo en la cartera, ahí me desmayo por el Trinitron (vasodilatador). Luego me llevan a otra habitación y me sientan en un sillón, vendada. Había un hombre mayor que me decía, “yo decido sobre tu vida”, un señor me apuntaba con un arma en la frente y en el occipital, yo estaba destruida, ya no podía hablar”.
Pero ese episodio no terminaba nunca. Olga siguió su relato: “Al rato empiezo a sentir los gritos de dolor de Ariel Morandi, me agarran del pelo y me llevan a la habitación donde estaba él y me ponen mi cabeza sobre su abdomen desnudo, y me dicen que me iban a violar delante de él. Siento olor a Bencina, y siento inmediatamente el grito de dolor de Ariel y olor a pelo quemado. Me sacan y me llevan a otra habitación donde me doy cuenta que estaba Susana Miranda al lado tan calladita como yo”.
Moyano indicó que en un nuevo traslado que realizaron con ella, pudo identificar a un tal Carlitos, y a Barba, “encargado de realizar interrogatorios”. En ese lugar que era “una caballeriza” comienza a encontrarse con los otros secuestrados. “Primero la traen Susana”, contó Olga y agregó: “después lo traen a Ariel muy golpeado, con la cabeza quemada, que le dolía muchísimo. Después ingresan otras personas y pudimos intercambiar los nombres, eran Rivero (Juan), Verón (Ramón), Arce (Adriana) y Cardozo (Hilda)”.
Olga mencionó algo que también se hizo presente en otros testimonios, y que permite inferir que los detenidos, asesinados y desaparecidos en ese período de 1978 son secuestrados además para “garantizar” la realización del gran montaje de los dictadores: el mundial de fútbol. “Ya en junio de 1978, que comienza a desarrollarse el mundial del 78, se escuchaban los partidos y comentarios de los que iban a hacer las custodias”, manifestó Olga en coincidencia con otros de los sobrevivientes que escucharon varias veces que se dedicaban a ellos “ahora porque luego viene el mundial y tienen que custodiar a las autoridades”.
Moyano repasó los apodos y nombres de los represores que identificó durante su secuestro: “Había una persona que se llamaba Aldo. Otro al que le decían el Puma, que venía siempre a los gritos, burlón y amenazante. Sergio 1, que era una persona con vos ronca, mayor, impresionaba. Sergio 2, que venía a conversar mucho más con Nadia –como le decían a Susana–, y venía a hablarnos de las bondades del nazismo, traía libros o publicaciones como mi Lucha de Hitler. Armando también solía venir, fue el que dijo que nos bajemos la venda y lo miremos porque nosotras no éramos peligrosas. También estaba el Tucu, que tenía un acento o tonada diferente al resto. El puma se burlaba de Nadia y le decía ser novia de Ramón. Mario que aparentaba vivir ahí. También escuché el nombre de Daniel”.
En su extensa declaración, Olga contó cómo fueron trasladados sus compañeros de cautiverio, primero Hilda y más adelante Susana y Ariel –los tres desaparecidos–, relató los días previos a su traslado, a fines de agosto, al Batallón 121 a donde estuvo hasta enero de 1979, momento en que la llevaron a la cárcel de Devoto.
Moyano registró otros nombres de represores en el 121, como el de un gendarme Zacarías, el mayor Bidarte –quien le hace firmar una declaración, el Mayor García que hace de su defensor en el Consejo de Guerra. También refirió el nombre de otro detenido que estuvo en el Batallón además de Rivero, Arce y Verón: Juan Garay.
Finalmente Moyano hizo un especial reconocimiento a sus “compañeras de Devoto” que le “enseñaron y ayudaron mucho”. “A mí me pario la cárcel por segunda vez”, graficó Olga sobre su experiencia y concluyó: “es muy duro cargar con la culpa de sobrevivir”.
Broma genocida
Un increíble episodio se vivió en la audiencia de este martes cuando el represor Juan Amelong realizó un comentario que fue escuchado por una de las abogadas querellantes, Virginia Blando. Según manifestó Blando al tribunal –al que le solicitó una sanción para el imputado–, Amelong dijo: “Esto se está poniendo calentito, hace falta un poco de bencina". Minutos antes Olga Moyano había relatado cómo su compañero Ariel Morandi fue quemado en la cabeza con ese mismo combustible”.
Otros testimonios:
Después de la declaración de Olga, siguieron las de Ricardo Moyano –su hermano– y la de Celso Rivero, hermano del ex detenido y sobreviviente de Fábrica Juan Rivero, quien declaró este lunes.
Imagen: Ramón Verón y Olga Moyano (con los rostros de sus compañeros desaparecidos de la Fábrica Militar impresos en la remera).