La Casita de Santa Fe: Una historia familiar que es la de un pueblo


Foto: Andrés Macera.



Por Alfredo Montenegro. Ante el tribunal santafesino, Juane Basso Feresin reconstruyó la memoria de uno de los treinta mil militantes que luchaban por un proyecto revolucionario. “Llegamos al juicio, y seguiremos reclamando saber la verdad, dónde están los desaparecidos, esos treinta mil que buscaban un país construido desde la justicia social. Era el proyecto para democratizar el poder y la economía”, indicó Juane Basso Feresin al declarar en la causa que investiga el homicidio de su padre, el militante montonero Emilio Feresin, y el secuestro y tortura de trece personas que fueron vistas en el centro clandestino La Casita, en Santa Fe.

En un contundente y emotivo relato, el militante de Hijos Rosario, no sólo contó la historia de su padre, madre y familia, sino que marcó el proyecto político económico que desató el terrorismo de Estado impuesto por la dictadura cívico militar y reivindicó el compromiso de los treinta mil desaparecidos y de ese país con justicia social por el que lucharon. “No es sólo una historia familiar, es la de nuestro pueblo, también”, subrayó.
En los tribunales federales de la capital santafesina, el juicio oral y público contra cinco represores acusados de cometer crímenes de lesa humanidad, abarca al ex juez federal santafesino (entonces secretario penal) Víctor Hermes Brusa; el ex jefe de la Guardia de Infantería Reforzada (GIR) y coordinador del Área de Defensa 212, Juan Calixto Perizzotti; el ex comisario de la seccional 4ª de Policía, Ricardo Ferreyra; el ex ayudante del Departamento de Informaciones Policiales (D-2), Eduardo Ramos, y la ex escribiente de la GIR María Eva Aebi.

El compromiso de aquellos militantes

“Me parece importante resaltar que los desaparecidos asumieron un compromiso y a veces se dicen cosas como de estos imputados que tienen el tupé de embanderarse con la celeste y blanca cuando reprimieron e hicieron desaparecer a mi padre y a otros treinta mil compañeros para poner a nuestra Nación de rodillas frente a los poderes económicos internacionales. Por eso quiero remarcar quienes eran esos hombres y mujeres que lucharon”, resaltó el también periodista de este semanario.
Su mamá, María Eugenia Saint Girons, fue detenida el 11 de febrero de 1977 y lo dio a luz en una de las salas de parto del hospital San Roque de Paraná. Luego fue trasladada y sometida a tormentos en la Unidad Penal N°1. Saint Giron era pareja de Emilio Feresin, secuestrado en Santa Fe el día anterior junto al primo hermano de María Eugenia, el también desaparecido Guillermo White.
Feresin, “El Príncipe” o “Pablo”, era responsable de Montoneros en el oeste del Gran Buenos Aires. Sobre su detención, recuerda su hijo Juane: “Me contaron que venía a Santa Fe Daniel Gatti, quien había estado con mi papá en el centro de detención La Casita, en las afueras de Santa Fe”. Gatti ‒ya fallecido– declaró en el Juzgado Federal que estando secuestrado en La Casita escuchó morir allí en marzo de 1977 a Feresin, durante una sesión de torturas. Gatti venía del sur y quería conocer a Juane, se juntaron y hablaron sobre aquellos días.
Sobre el relato rescatado, Basso indica que esas historias “fueron reconstruidas por la memoria colectiva, por aportes de tantos compañeros que colaboraron para llegar a la verdad, que aún nos debe la justicia”.
También testigos de esos días contaban que al bebé lo habían tomado de los tobillos y lo sostenían en el aire para que, ante esa situación, María Eugenia contestara los interrogatorios. Indica Juane que esos episodios, además, le eran contados a su padre para que sufriera más.
Su madre estuvo junto a él en la cárcel unos 6 meses, y su acta de nacimiento indica que fue parido en la Unidad 6 de Paraná, donde ella permaneció en cautiverio ilegal hasta ser trasladada a la cárcel de Devoto, donde siguió como presa política durante seis años.

El buen compañero

En la audiencia, la abogada de Hijos y compañera de Juane, Nadia Schujman, le indicó que contara quién era su padre. Entonces, en su declaración, seguida en silencio y emoción por sus familiares y compañeros que llenaron la sala de audiencias en el tribunal federal de la capital provincial, remarcó que “para no ideologizar mucho, traje una carta que escribió mi madre desde la prisión de Paraná, cuando estuvimos juntos unos seis meses”. “En ese contexto de su detención, como tantas mujeres que estuvieron detenidas, algo que hizo fue escribir cartas, muchísimas. Algunas con dibujos, que también eran censuradas, como los regalitos de cumpleaños”, explicó
“En una carta –agregó Juane– trataba de contarme cosas de mi padre. En un fragmento, dice: «Hola mi amor, chinito. Te voy a contar una anécdota del papi, ya que el año que viene empezarás el jardín. Resulta que cuando tu papá empezó la escuela tenía un compañerito que era muy tímido y al que le costaba mucho aprender lo que le enseñaban, la maestra vio que Emilio lo ayudaba en la clase y lo protegía ante otros amiguitos que a veces le hacían burla. Entonces la maestra los sentó juntos. Así era tu papá: siempre muy buen alumno y muy buen amigo», este es uno de los pocos recuerdos que tengo de él”.
También destacó el gran apoyo de la gran familia materna, la larga lucha por la identidad, el rescate del apellido Feresin y la nueva experiencia de vivir con la nueva familia que forma su madre, junto a Hugo Basso y los hermanos que llegaron.
“En mi familia, la militancia, la política y la historia del país estaba presente. Por eso empecé la facultad y sabía que iba a militar. En octubre del 95 comencé a participar en la organización Hijos de Rosario, que se había formado a nivel nacional unos meses antes”, señaló Juane. “Allí nos juntamos y organizamos para reivindicar esa generación de compañeros militantes que fueron nuestros los treinta mil. Somos continuadores de esa lucha y de la de las Madres y las Abuelas. Reconocimos a esa generación como referentes de un proceso político revolucionario”, agregó.

Foto: Andrés Macera.

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