Juicio a los genocidas de San Nicolás: Los resultados de las pericias
Por Martín Stoianovich. Las audiencias que forman parte del juicio por la masacre de calle Juan B. Justo continuaron el martes 11 de septiembre en el Tribunal Oral Federal Número 2 de Rosario. En esta jornada se tomaron declaraciones a cuatro peritos pertenecientes a la Gendarmería Nacional.
Maria Silvina Lastreti es licenciada en Criminalística, y fue una de las encargadas de realizar una pericia balística en la vivienda ubicada frente a la casa atacada el 19 de noviembre de 1976. “Fue una inspección ocular con el objetivo de determinar la presencia de impronta balística o impacto de proyectil de arma de fuego”, sostuvo Lastreti.
La conclusión de dicho trabajo, realizado en 2010, afirma que la pared había sido recientemente remodelada, pero más allá de eso no se encontraron impactos ni orificios. Al momento de observar una fotografía otorgada como documento, manifestó no poder establecer si había o no impactos de balas porque las imágenes no eran claras ni detallaban lo necesario para sacar una conclusión correcta.
Lastreti también tuvo que hacer referencia al análisis realizado sobre el impacto de bala que tenía el cráneo de María del Carmen Fettolini. “Dado el transcurso del tiempo y a la erosión del proyectil no se puede constatar si se trata de un encamisado o un núcleo de plomo”, concluyó la perito. La base del proyectil se deformó y para analizarlo se realizó la técnica de trazado de circunferencia para medir el diámetro, a pesar de lo cual no se pudo definir si se trata o no de una bala de 9 milímetros.
Otro integrante de la Gendarmería Nacional que prestó declaraciones fue el Primer Alférez Martín Moreno. En cuanto a la pericia balística realizada en el 2010, sostuvo lo mismo que Lastreti. “No se encontraron signos de armas de fuego”, señaló además de explicar que haber realizado el trabajo a uno o dos metros de la pared y con una reja de por medio, no altera el resultado de la pericia. Estas declaraciones pueden ser determinantes en relación a las posturas que sostienen un enfrentamiento.
Luego fue el turno de Hugo Ariel Iseas, Jefe de División Balística con el grado de Comandante o Segundo Comandante, que realizó pericias en el año 2006. En sus declaraciones detalló sobre el uso de granadas, teniendo en cuenta que en la masacre dos de los niños presentes murieron por asfixia provocada por el lanzamiento de una granada de gas lacrimógeno al baño donde se refugiaban. “En Argentina se lanzan con fusil FAL”, afirmó haciendo referencia a la manera en que el Ejército y la Gendarmería utilizan dicho elemento.
Cuando fue interrogado sobre el uso de ese tipo de granadas en interiores sostuvo: “Hay que tener precauciones en el uso en lugares chicos y cerrados, tener cuidado con elementos inflamables. Debe usarse preferentemente en ambientes abiertos”. También afirmó que en espacios cerrados la acumulación de gas puede causar la muerte, por edemas pulmonares u otro tipo de afecciones.
El último en llegar al estrado fue Carlos Barrionuevo, médico cirujano que durante la pericia del 2006 era jefe de Medicina Legal de la Policía Científica de Gendarmería. Respecto al efecto que el gas ocasiona en los niños, pudo afirmar que los menores se exponen a un mayor peligro al inhalar monóxido de carbono. Los niños sufren mayor hiperactividad bronquial, lo que puede provocar tapones mucosos en los bronquios, y dificultar así la respiración.
Con las declaraciones brindadas por estos peritos especialistas se pudo corroborar que el uso de granadas en espacios cerrados sí puede provocar la muerte, y más aún cuando se trata de niños. Fernando Amestoy y María Eugenia Amestoy tenían tres y cinco años respectivamente, y murieron por la asfixia provocada por el lanzamiento de una granada al baño donde se encontraban refugiados.
Lastreti también tuvo que hacer referencia al análisis realizado sobre el impacto de bala que tenía el cráneo de María del Carmen Fettolini. “Dado el transcurso del tiempo y a la erosión del proyectil no se puede constatar si se trata de un encamisado o un núcleo de plomo”, concluyó la perito. La base del proyectil se deformó y para analizarlo se realizó la técnica de trazado de circunferencia para medir el diámetro, a pesar de lo cual no se pudo definir si se trata o no de una bala de 9 milímetros.
Otro integrante de la Gendarmería Nacional que prestó declaraciones fue el Primer Alférez Martín Moreno. En cuanto a la pericia balística realizada en el 2010, sostuvo lo mismo que Lastreti. “No se encontraron signos de armas de fuego”, señaló además de explicar que haber realizado el trabajo a uno o dos metros de la pared y con una reja de por medio, no altera el resultado de la pericia. Estas declaraciones pueden ser determinantes en relación a las posturas que sostienen un enfrentamiento.
Luego fue el turno de Hugo Ariel Iseas, Jefe de División Balística con el grado de Comandante o Segundo Comandante, que realizó pericias en el año 2006. En sus declaraciones detalló sobre el uso de granadas, teniendo en cuenta que en la masacre dos de los niños presentes murieron por asfixia provocada por el lanzamiento de una granada de gas lacrimógeno al baño donde se refugiaban. “En Argentina se lanzan con fusil FAL”, afirmó haciendo referencia a la manera en que el Ejército y la Gendarmería utilizan dicho elemento.
Cuando fue interrogado sobre el uso de ese tipo de granadas en interiores sostuvo: “Hay que tener precauciones en el uso en lugares chicos y cerrados, tener cuidado con elementos inflamables. Debe usarse preferentemente en ambientes abiertos”. También afirmó que en espacios cerrados la acumulación de gas puede causar la muerte, por edemas pulmonares u otro tipo de afecciones.
El último en llegar al estrado fue Carlos Barrionuevo, médico cirujano que durante la pericia del 2006 era jefe de Medicina Legal de la Policía Científica de Gendarmería. Respecto al efecto que el gas ocasiona en los niños, pudo afirmar que los menores se exponen a un mayor peligro al inhalar monóxido de carbono. Los niños sufren mayor hiperactividad bronquial, lo que puede provocar tapones mucosos en los bronquios, y dificultar así la respiración.
Con las declaraciones brindadas por estos peritos especialistas se pudo corroborar que el uso de granadas en espacios cerrados sí puede provocar la muerte, y más aún cuando se trata de niños. Fernando Amestoy y María Eugenia Amestoy tenían tres y cinco años respectivamente, y murieron por la asfixia provocada por el lanzamiento de una granada al baño donde se encontraban refugiados.