Juicio a los genocidas de San Nicolás: Testigos de una cadena de secuestros


Este martes el primer juicio por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura en San Nicolás, se trasladó a la ciudad en la que se desarrollaron los hechos. La audiencia se realizó en el Concejo Deliberante nicoleño, donde se instaló el Tribunal Oral Federal N° 2 de Rosario para tomar declaración a cinco testigos.

La jornada de este martes estuvo cargada de emociones desde temprano. Si bien el mal clima planteo algunos inconvenientes a las actividades preparadas por la Mesa de la Memoria por la Justicia de San Nicolás, no fueron obstáculo para que el aguante a los testigos y querellantes se realice. Militantes del Movimiento Evita, La Cámpora, Kolina, el PTS y una delegación del espacio Juicio y Castigo Rosario, encabezada por la murga la Memoriosa, bancaron con bombos, cantos, aplausos y abrazos, la entrada y salida de cada uno de los declarantes que ingresó al improvisado tribunal.

El juicio reúne tres causas: el caso de la Masacre de Juan B. Justo, ocurrido en noviembre de 1976 –donde se juzgan los homicidios de Ana María del Carmen Granada y la pareja Amestoy Fettolini y sus hijos de cinco y tres años–; el caso de los Militantes de la JP-Montoneros desaparecidos en los Barrios Trípoli, Don Bosco y Santa Rosa, ocurrido entre abril y mayo de 1977 –se juzgan los homicidios de María Regina Spotti, María Rosa Baronio, Eduardo Luis Reale, Horacio Arístides Martínez, María Cristina Alvira y Raquel Rosa Alvira–; y el caso Mastroberardino, ocurrido en abril de 1977 –donde se juzga el secuestro de José Emilio Mastroberardino locatario de la casa donde vivían el matrimonio de los militantes Almada-Spotti y su hijos Víctory Martín–.

Los acusados son el coronel retirado Manuel Fernando Saint Amant, en aquel entonces jefe del Área Militar 132 y del Batallón de Ingenieros 101 de San Nicolás; el coronel retirado Antonio Federico Bossié, jefe de Operaciones de la zona, y el comandante general retirado de la Policía Federal, Jorge Muñoz.
Secuestro en Barrio Don Bosco

Cinco testigos declararon este martes, tres por la mañana y dos por la tarde. El primero de ellos fue Beatriz Baronio, hermana de María Rosa y cuñado de Eduardo Reale, desaparecidos el 4 de mayo de 1977.

Beatriz, quien tenía 15 años cunado sucedieron los hechos, explicó a los jueces jueces Beatriz Caballero de Baravani, Omar Digerónimo y Jorge Venegas Echagüe– que “todo empezó en abril de 1977 cuando el ejército mata a mi hermano Alberto Baronio y a mi cuñada, que estaba embarazada de 5 meses en Zárate”.

Baronio recordó que cuando sus padres se enteraron del asesinato busca a su hermana, María Rosa, que tenía la dirección de Alberto, y fueron a Zarate. “La casa estaba destruida –declaró Beatriz–, mis padres se descomponen. Los vecinos le dicen que había sido el ejército de Campana, que habían acribillado la casa y los habían matado. El ejército les dijo que se habían tomado la pastilla, y el certificado de defunción dice «presunto envenenamiento». Estaban ya enterrados en una fosa común, mi hermano debajo de mi cuñada”.

Baronio contó que en el Ejército les dijeron a las familia que les iban a devolver los cuerpos. “Pasa casi un mes, no recuerdo justo la fecha, yo tenía 15 años, hicieron ir a mi papá y al papá de ella, exhumaron los cuerpos, que estaban terribles. Mi papá quedó muy mal después de ver eso”, expresó la testigo, y agregó: “Luego llega el cuerpo de mi hermano al Ortondo y el de ella a Santa Fe. Eso me acuerdo que fue un sábado a la tarde.

Beatriz contó que luego por una carta anónima se enteran el asesinato de su hermana, tres días después del enterramiento de Alberto. “No sabían por donde buscar, fueron a la casa de San Nicolás, y estaba vacía. Les cuentan los vecinos que ella había desparecido el 4 de mayo de la vía pública. Esa mañana ella habló conmigo, preocupada por lo que estaba pasando, me preguntaba por la salud de mamá y por el cuerpo de mi hermano”, rememoró Baronio.

Luego del secuestro de María Rosa Baronio se allanó su domicilio en Barrio Don Bosco, donde fue también secuestrado su pareja Eduardo Luis Reale. “Mi hermana estaba embarazada de tres meses o tres meses y medio, eso me pone muy mal porque no se si la mataron o yo tengo una sobrina o sobrino. Eso me pone muy mal porque no se si nació o no”, exclamó Beatriz en la audiencia.

Entre una cantidad de recuerdos, Baronio comentó que su madre y su padre “quedaron muy mal”. “Después de esto mi papá sólo salía de mi casa para ir a Buenos Aires a averiguar, recuerdo el llanto de mi mamá. Lo que ella más la perturbaba era la desaparición. De mi hermano se resignó un poco porque tenía el cuerpo, iba al cementerio”, dijo Beatriz, y reclamó: “Seguimos pidiendo saber qué hicieron con ella. Mi mamá tuvo una agonía muy fuerte, siempre con los ojos mirando la puerta como esperando. Mi papá entró en una depresión muy severa y se dejó morir. Todo esto los llevó a la muerte a ellos también”.

María Rosa y Eduardo fueron vistos por Pablo Leonardo Martínez en un Centro Clandestino de Detención (CCD) cerca de Barrio Somisa. Después, Eduardo fue visto también, ya solo, en otro CCD en la zona Norte de San Nicolás.
Secuestros en Barrio Trípoli

El segundo de los testigos en declarar fue Víctor Alamada, marido de Regina Spotti, víctima de la causa, que se encuentra desaparecida. Almada contó a los jueces que en esos años vivía con su mujer y sus hijos Víctor y Martín en San Nicolás. “Nosotros militábamos en el peronismo –describió Victor–, primero en la ciudad de Santa Fe, y las cosas se fueron complicando en esa época, la represión era mas acentuada, los militantes eran perseguidos y muchos muertos de distinta forma. La estructura los iba cambiando de lugar, para darle seguridad y no exponerlos tanto. Cuando fue insostenible la estadía en Santa Fe, vinimos a San Nicolás”.

“Desde acá vemos como plantear resistencia a esta dictadura. Ya se había demostrado que era defensora de intereses económicos claros. La dictadura era mano obra de esos intereses económicos”, continuó su relato Almada y explicó que desde su radicación en Nicolás, en la casa propiedad de José y Oscar Mastroberardino, de barrio Trípoli, se dedicó a la talabartería y a las carreras de motos.

Almada relató cómo presenció el secuestro de su mujer y sus hijos el 21 de abril de 1977. “Llego a la esquina de la casa, quedaba en un pasillo entre dos galpones”, indicó Víctor y continuó: “Mi casa quedaba al final. Era tipo casa quinta. Cuando doblo por ese pasillo, siento pasos que corren y me sorprenden y me «dicen quieto ahí». No acate, me giré rápido, y tiraron dos disparos”. Víctor relató que salió corriendo, llegó a la casa enfrente, donde había un hotel alojamiento, se dio cuenta de que no lo seguían y entonces se freno a pensar que hacer.

Almada señaló que volvió a espiar lo que sucedía en su casa, “a mirar que hacían, quienes eran y cómo los podía identificar”. Recordó que vio “un coche Falcon”, y otro que no pudo precisar “porque estaba en la parte oscura”, y que “eran 8 o 9 personas”, que entraban y salían. “Veo a Regina parada con las manos en la nuca y los bebes que lloraban. Sale uno y patea la puerta”, describió. “Como las probabilidades eran nulas de intentar hacer cualquier cosa, pensé que hacer”, dijo Almada al tribunal, y añadió: “Había que tratar de rescatar a los chicos”.

Víctor contó que decidió salir a la ruta, comenzar una búsqueda con su familia para recuperar a los chicos e informar de todo a sus suegros. Almada dio cuenta de la idas que sufrió con su familia hasta que pudieron dar con los chicos, quienes fueron entregados a sus suegros en el regimiento 121.

Víctor expresó que no supo más de Regina hasta cuando declaró ante la Conadep, momento en el que lo contactó José María Budassi –testigo que declarará este miércoles en el juicio–, quien durante su detención en la Brigada de Investigaciones de San Nicolás estuvo junto a Regina. “Nunca se hicieron cargo de Regina, todavía no aceptaron que se la llevaron”, afirmó el testigo.
El tío José

El tercero de los testigos fue Omar Mastroberardino, sobrino de José, uno de los propietarios de la casa que alquilaban, Víctor Almada y Regina Spotti, quien también fue secuestrado por el Ejército. “Esa noche en mi casa, a 60 metros, estábamos cenando con mi padres, dos hermanas menores y una tía, se sintieron ladrar los perros, creo que disparos, mi padre sale y a los 15 minutos vuelve y dice que había mucha gente en la casa de mi tío. Y dice que se llevaron a la mujer y los chiquitos y a mi tío”, testificó Mastroberardino. “Ahí desaparece mi tío, que estuvo desaparecido entre 7 y 10 días”, agregó.

“Al otro día que pasó eso, llamaba la atención que el negocio y la casa había soldados arriba del techo y había una gran fogarata, después la casa quedo vacía y cerrada por un tiempo. Mi padre decía que había que cerrar esa casa”, relató el testigo.
Mastrobernardino recordó la imagen de su tío cunado volvieron a verlo. “Estaba tembloroso, se lo veía deteriorado”, dijo. “Mi familia no se si por temor o que, cerró la historia”, afirmó.
“Yo lo tuve en brazos”

Manuel Gonçalves y Susana Lagorio, se reencontraron luego de 36 años. | Foto: Juane Basso

Tras un corte a la hora del almuerzo, declararon Fernando y Adriana Alvira –hijo de María Cristina y Horacio Arístides el primero, hermana de María Cristina y Raquel Rosa la segunda– (ver Memorias de Adriana).

Antes de ingresar a la audiencia de la tarde, una mujer que se acercó a la puerta del Concejo Municipal preguntando por Manuel Gonçalves –uno de los querellantes en el juicio–, resultó ser una de las enfermeras que recibió a Manuel en el Hospital San Felipe cuando este fue llevado luego de la Masacre de calle Juan B Justo, en la que fueron asesinados su madre, el matrimonio Amestoy-Fetollini y sus dos hijitos.

La enfermera, Susana Lagorio, contó que trabajó entre 1976 y 1979 en el hospital, y que recordaba muy bien ese día. “Yo lo tuvo en los brazos a Manuel”, dijo la mujer, que hace algunos años fue concejal en la ciudad.

Lagorio le aportó información a Gonçalves de aquella fatídica jornada y agregó datos de los otros chicos y los cuerpos de los adultos asesinados en el operativo.

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