Juicio Guerrieri, día 18: declararon Alicia Guitérrez y María Eulalia Nazábal
La diputada provincial Alicia Gutiérrez, esposa del desaparecido Eduardo Toniolli, declaró este lunes en el marco del primer juicio contra represores de la dictadura. La legisladora contó que ya había perdido a su hermana cuando secuestraron a Eduardo, que tenía 21 años, en 1977. “Pospuso sus deseos personales de progreso, por intereses colectivos” y por esos sueños “jugó, trabajó y perdió su vida”, expresó.
La legisladora recordó la vocación militante de su compañero, con quien dio sus primeros pasos en la Juventud Universitaria Peronista, homenajeó a su suegro Fidel Toniolli, fundador de Familiares, y lamentó no poder compartir el actual momento histórico con su “amiga Cecilia Nazabal”, principal impulsora de este juicio que por estos días se encuentra internada de gravedad en el Hospital Español. Además brindó testimonio María Eulalia Nazábal, hermana de Cecilia, quien aportó datos sobre el secuestro de Fernando Dusex, su cuñado, desaparecido junto a Toniolli y otros catorce militantes que también estuvieron cautivos en la Quinta de Funes.
La extensa declaración de Alicia Gutiérrez fue, además de la de un familiar de desaparecidos, la de una militante de derechos humanos de toda la vida. Su relato tuvo un alto contenido testimonial, pero al mismo tiempo fue profundamente político.
A la pregunta de rigor realizada por la Fiscal Mabel Colalongo, que consultó a la testigo a cerca de los hechos que sufrió ella y su familia durante el período del terrorismo de estado, Gutiérrez respondió con una de las más crudas historias filiares de las que se contaron en el juicio.
“En primer lugar mi hermana fue asesinada el 23 de octubre de 1976. El 20 de junio de 1976 fue desaparecido su compañero Eduardo Pérez. También mi prima y su esposo fueron asesinados. El 9 de febrero de 1977, fue secuestrado en la ciudad de Córdoba, mi compañero Eduardo Toniolli”, indicó la actual legisladora provincial por el partido Solidaridad e Igualdad (SI).
Alicia realizó una pequeña semblanza de Eduardo Toniolli, quien el próximo 29 de noviembre cumpliría 54 años: “Fue secuestrado cuando tenía 21 años de edad. Proveniente de la clase media, era hijo de comerciante y fue a la escuela pública. Su padre fue un militante político de firmes convicciones. Desde su adolescencia manifestó una tendencia a militar políticamente. Comenzó en la secundaria en el Nacional 1. Era una época de una gran movilización de masas. Su padre Fidel era comunista, pero Eduardo era socialista. Militó en la Unión de Estudiantes Secundarios. Era alegre y serio a la vez. Siempre caminaba con las manos en los bolsillos, era hincha fanático de Ñuls, y me hizo prometer que su hijo iba a ser de Ñuls”.
Gutiérrez contó que al igual que otros tantos jóvenes comprometidos, Eduardo “pospuso sus deseos personales de progreso, por intereses colectivos” y agregó que por esos sueños “jugó, trabajó y perdió su vida”.
“Lo conocí a los 19 años y militaba a la UES –señaló Alicia Gutiérrez–, después entró a estudiar psicología. Trabajaba y estudiaba. Luego dejó de estudiar psicología. Yo estudiaba odontología y militaba en la JUP (Juventud Universitaria Peronista)”.
La testigo rememoró la discusión que tenían en aquellos años con su compañero sobre “si tenía sentido tener hijos en aquella situación en que se vivía por esos tiempos, cuando todos los días aparecían asesinados compañeros militantes, eran secuestrados y torturados”.
Gutiérrez refirió que “en ese momento decidimos que era importante apostar a tener un hijo. Eduardo lo quería más que nada. Decía que iba a quedar nuestro hijo o hija para seguir peleando por ese proyecto que no era personal, sino colectivo, de igualdad para todos los argentinos. Perdí un embarazo y volví a quedar embarazada. En ese lapso se producen las desapariciones y asesinatos de toda mi familia. Igual, seguimos trabajando por ese proyecto político en el que creíamos”.
Alicia explicó que luego se fueron a vivir a Córdoba, donde recibieron la noticia del asesinato de otros dos compañeros: Silvia Bianchi y Raúl Milito. “Silvia había salido con un pañuelo blanco, tenía un embarazo muy avanzado, y la mataron igual”, señaló Gutiérrez.
“En septiembre del ´76, nos instalamos en un departamento, donde comenzamos a vivir. Ahí conocí a Analía Arriola de Belizan –su esposo ya había sido asesinado. Analía tenía dos hijos. El 9 de febrero, teníamos que encontrarnos con otras compañeras que estaban embarazadas. Yo no fui. Ahí fue detenido Eduardo”.
Alicia comentó que a partir de ese momento se la paso “viviendo en forma clandestina en distintos lugares del país. Cuando Eduardo fue secuestrado estaba embarazada de 8 meses, y mi única obsesión era que naciera, que viviera y que se salvara. Lo logré gracias a la ayuda de mis padres, de Fidel y Matilde, –la madre de Toniolli–”.
Gutiérrez describió como su suegro, suegra y cuñado removieron cielo y tierra buscando saber algo de Eduardo. “Reclamaron en todos los lugares posibles, fueron a la justicia, a las iglesias, a curas y obispos”, remarcó la querellante.
Alicia contó que recién en el año `81 logró salir del país, al que recién pudo regresar en el `85. Vivieron, junto a su hijo llamado Eduardo como su padre, la mayor parte del tiempo en Francia.
Gutiérrez declaró que una vez en el exilio fue obteniendo información de su compañero por boca de Teresa Meschiatti, Piero Dimonti, Liliana Callizo, Graciela Geuna y militantes que habían compartido cautiverio con Eduardo en la cárcel de la Perla en Córdoba. “Me dicen que Eduardo estuvo allí, que había padecido crueles torturas. Que le habían roto la cabeza a palos, que él se reía y decía que era porque la cabeza era lo más grande que tenía”.
“No supe hasta el regreso de Francia, donde había estado Eduardo”, reconoció la diputada, y se emocionó cuando afirmó que tuvo “la suerte de conocer a mi amiga y compañera Cecilia Nazábal, con quien reconstruimos ese rompecabezas de nombres, sobrenombres, que componen esta historia y esta causa”.
Gutiérrez describió largo camino por memoria verdad y justicia que transitó junto a Nazábal: “Ella conocía a muchos de los que habían estado y fuimos completando el listado. Así pudimos descifrar quienes eran los que habían estado secuestrados en la Quinta de Funes”.
Alicia recordó que en esos primeros años de investigación también se juntaron con Jaime Drí, quien nos les conto sus memorias, “él también quería que se hiciera justicia”.
“En el año 92 –indicó Gutierrez–, cuando uno de los imputados. Eduardo Costanzo, hace declaraciones ante medios periodísticos sobre nuestros familiares y nombra que envolvieron dieciséis cuerpos, nos presentamos a la justicia, porque queríamos que le tomaran declaración para saber quiénes eran. No logramos eso, le pidieron si podía reconocer las fotos de los que habían estado detenidos. Le hicimos llegar un sobre con una cantidad importante de fotos, y él de esas fotos reconoció a Fernando Dussex, Eduardo Toniolli, Ignacio Laluf, Marta Benassi, Marta Forestello, Tosseti, y del resto no teníamos fotos”.
Alicia señaló que las investigaciones y presentaciones que realizaron junto a Cecilia Nazábal “no terminaron en el 92”, sino que hicieron “varias en distintas oportunidades”. Contó además que junto a su amiga habían asumido un especial compromiso en la búsqueda de los mellizos de Raquel Negro. “Cecilia contactó a mucha gente, buscando a los mellizos”, dijo Gutiérrez.
Cerca del final de su testimonio, la diputada recordó cómo fue la crianza de su hijo en esas especiales circunstancias. “Hasta que salimos del país llegamos a Brasil en el ´81, no podía dormir”. También recordó un episodio cuando recién vueltos del exilio su hijito le preguntó, luego de ver una película sobre las abuelas de Plaza de Mayo: “¿Mamá no me secuestrarán a mí?”.
Alicia Gutiérrez cerró su declaración con un alegato político, en el que recordó que “a pesar de que pasaron tantos años de impunidad, con una justicia ciega, sorda y muda, y teniendo que cruzarnos varias veces con los asesinos de nuestros familiares, nunca cometimos actos de venganza”.
La testigo señaló además la complicidad de “la cúpula de Iglesia Católica”, reivindicó la tenacidad “de los organismos de derechos humanos” y manifestó su orgullo al ver que su hijo Eduardo, quien hoy ya es un hombre, también está profundamente “comprometido con la lucha por la justicia”.
Otro testimonio
En el primero de los testimonios de este lunes, María Eulalia Nazábal –hermana de la querellante de la causa, Cecilia Nazabal–, ofreció un crudo testimonio que dio cuenta de los últimos días de vida de su cuñado, Fernando Dusex, y de la tragedia familiar sufrida por esos años de terrorismo de Estado.
Cecilia Nazabal es desde hace muchos años una de las principales impulsoras de este juicio. Desafortunadamente por estos días se encuentra internada de gravedad en el Hospital Español, por lo cual se ve impedida de seguir día a día el curso de las audiencias de un proceso histórico que sin dudas la tiene como una de las protagonistas excluyentes.
En su declaración María Nazábal recordó la mañana del 8 de agosto, última vez en que estuvieron todos juntos con su hermana Cecilia, su cuñado Fernando Dusex, y su sobrino “Fernandito”. Luego describió la tragedia familiar que los embargó. “El padre de Fernando quedó muy mal, se ahogó en alcohol y no salió de la casa por 15 años”, recordó la testigo.
El testimonio de María estuvo centrado en la experiencia que vivió durante un período que su cuñado estuvo detenido y que ella fue el nexo de comunicación entre Dusex y Cecilia, su hermana. Durante el secuestro de Fernando, a través de cartas y contactos con María Eulalia, Cecilia pudo tener alguna información respecto de algunos de los detenidos que estaban en la Quinta de Funes. “Me salvé por un pelo a pesar de haber tomado la pastilla", decía Fernando en una de las misivas.
María Eulalia contó sobre algunos encuentros con su cuñado. “El último fue el 10 de marzo del 78, unos meses antes de lo que posiblemente fue el asesinato de Fernando. Eran encuentros muy breves en lugares públicos y donde me transmitía el interés por saber cómo se encontraban su mujer y su pequeño hijo”, indicó la testigo.
Nazábal cerró su testimonio rememorando el largo camino de lucha de su hermana Cecilia. “Mi hermana ha dejado en esto el cuerpo y el alma, hoy está internada en terapia intensiva. Pero dejó el alma buscando datos, reconstruyendo esta historia”, concluyó.
La legisladora recordó la vocación militante de su compañero, con quien dio sus primeros pasos en la Juventud Universitaria Peronista, homenajeó a su suegro Fidel Toniolli, fundador de Familiares, y lamentó no poder compartir el actual momento histórico con su “amiga Cecilia Nazabal”, principal impulsora de este juicio que por estos días se encuentra internada de gravedad en el Hospital Español. Además brindó testimonio María Eulalia Nazábal, hermana de Cecilia, quien aportó datos sobre el secuestro de Fernando Dusex, su cuñado, desaparecido junto a Toniolli y otros catorce militantes que también estuvieron cautivos en la Quinta de Funes.
La extensa declaración de Alicia Gutiérrez fue, además de la de un familiar de desaparecidos, la de una militante de derechos humanos de toda la vida. Su relato tuvo un alto contenido testimonial, pero al mismo tiempo fue profundamente político.
A la pregunta de rigor realizada por la Fiscal Mabel Colalongo, que consultó a la testigo a cerca de los hechos que sufrió ella y su familia durante el período del terrorismo de estado, Gutiérrez respondió con una de las más crudas historias filiares de las que se contaron en el juicio.
“En primer lugar mi hermana fue asesinada el 23 de octubre de 1976. El 20 de junio de 1976 fue desaparecido su compañero Eduardo Pérez. También mi prima y su esposo fueron asesinados. El 9 de febrero de 1977, fue secuestrado en la ciudad de Córdoba, mi compañero Eduardo Toniolli”, indicó la actual legisladora provincial por el partido Solidaridad e Igualdad (SI).
Alicia realizó una pequeña semblanza de Eduardo Toniolli, quien el próximo 29 de noviembre cumpliría 54 años: “Fue secuestrado cuando tenía 21 años de edad. Proveniente de la clase media, era hijo de comerciante y fue a la escuela pública. Su padre fue un militante político de firmes convicciones. Desde su adolescencia manifestó una tendencia a militar políticamente. Comenzó en la secundaria en el Nacional 1. Era una época de una gran movilización de masas. Su padre Fidel era comunista, pero Eduardo era socialista. Militó en la Unión de Estudiantes Secundarios. Era alegre y serio a la vez. Siempre caminaba con las manos en los bolsillos, era hincha fanático de Ñuls, y me hizo prometer que su hijo iba a ser de Ñuls”.
Gutiérrez contó que al igual que otros tantos jóvenes comprometidos, Eduardo “pospuso sus deseos personales de progreso, por intereses colectivos” y agregó que por esos sueños “jugó, trabajó y perdió su vida”.
“Lo conocí a los 19 años y militaba a la UES –señaló Alicia Gutiérrez–, después entró a estudiar psicología. Trabajaba y estudiaba. Luego dejó de estudiar psicología. Yo estudiaba odontología y militaba en la JUP (Juventud Universitaria Peronista)”.
La testigo rememoró la discusión que tenían en aquellos años con su compañero sobre “si tenía sentido tener hijos en aquella situación en que se vivía por esos tiempos, cuando todos los días aparecían asesinados compañeros militantes, eran secuestrados y torturados”.
Gutiérrez refirió que “en ese momento decidimos que era importante apostar a tener un hijo. Eduardo lo quería más que nada. Decía que iba a quedar nuestro hijo o hija para seguir peleando por ese proyecto que no era personal, sino colectivo, de igualdad para todos los argentinos. Perdí un embarazo y volví a quedar embarazada. En ese lapso se producen las desapariciones y asesinatos de toda mi familia. Igual, seguimos trabajando por ese proyecto político en el que creíamos”.
Alicia explicó que luego se fueron a vivir a Córdoba, donde recibieron la noticia del asesinato de otros dos compañeros: Silvia Bianchi y Raúl Milito. “Silvia había salido con un pañuelo blanco, tenía un embarazo muy avanzado, y la mataron igual”, señaló Gutiérrez.
“En septiembre del ´76, nos instalamos en un departamento, donde comenzamos a vivir. Ahí conocí a Analía Arriola de Belizan –su esposo ya había sido asesinado. Analía tenía dos hijos. El 9 de febrero, teníamos que encontrarnos con otras compañeras que estaban embarazadas. Yo no fui. Ahí fue detenido Eduardo”.
Alicia comentó que a partir de ese momento se la paso “viviendo en forma clandestina en distintos lugares del país. Cuando Eduardo fue secuestrado estaba embarazada de 8 meses, y mi única obsesión era que naciera, que viviera y que se salvara. Lo logré gracias a la ayuda de mis padres, de Fidel y Matilde, –la madre de Toniolli–”.
Gutiérrez describió como su suegro, suegra y cuñado removieron cielo y tierra buscando saber algo de Eduardo. “Reclamaron en todos los lugares posibles, fueron a la justicia, a las iglesias, a curas y obispos”, remarcó la querellante.
Alicia contó que recién en el año `81 logró salir del país, al que recién pudo regresar en el `85. Vivieron, junto a su hijo llamado Eduardo como su padre, la mayor parte del tiempo en Francia.
Gutiérrez declaró que una vez en el exilio fue obteniendo información de su compañero por boca de Teresa Meschiatti, Piero Dimonti, Liliana Callizo, Graciela Geuna y militantes que habían compartido cautiverio con Eduardo en la cárcel de la Perla en Córdoba. “Me dicen que Eduardo estuvo allí, que había padecido crueles torturas. Que le habían roto la cabeza a palos, que él se reía y decía que era porque la cabeza era lo más grande que tenía”.
“No supe hasta el regreso de Francia, donde había estado Eduardo”, reconoció la diputada, y se emocionó cuando afirmó que tuvo “la suerte de conocer a mi amiga y compañera Cecilia Nazábal, con quien reconstruimos ese rompecabezas de nombres, sobrenombres, que componen esta historia y esta causa”.
Gutiérrez describió largo camino por memoria verdad y justicia que transitó junto a Nazábal: “Ella conocía a muchos de los que habían estado y fuimos completando el listado. Así pudimos descifrar quienes eran los que habían estado secuestrados en la Quinta de Funes”.
Alicia recordó que en esos primeros años de investigación también se juntaron con Jaime Drí, quien nos les conto sus memorias, “él también quería que se hiciera justicia”.
“En el año 92 –indicó Gutierrez–, cuando uno de los imputados. Eduardo Costanzo, hace declaraciones ante medios periodísticos sobre nuestros familiares y nombra que envolvieron dieciséis cuerpos, nos presentamos a la justicia, porque queríamos que le tomaran declaración para saber quiénes eran. No logramos eso, le pidieron si podía reconocer las fotos de los que habían estado detenidos. Le hicimos llegar un sobre con una cantidad importante de fotos, y él de esas fotos reconoció a Fernando Dussex, Eduardo Toniolli, Ignacio Laluf, Marta Benassi, Marta Forestello, Tosseti, y del resto no teníamos fotos”.
Alicia señaló que las investigaciones y presentaciones que realizaron junto a Cecilia Nazábal “no terminaron en el 92”, sino que hicieron “varias en distintas oportunidades”. Contó además que junto a su amiga habían asumido un especial compromiso en la búsqueda de los mellizos de Raquel Negro. “Cecilia contactó a mucha gente, buscando a los mellizos”, dijo Gutiérrez.
Cerca del final de su testimonio, la diputada recordó cómo fue la crianza de su hijo en esas especiales circunstancias. “Hasta que salimos del país llegamos a Brasil en el ´81, no podía dormir”. También recordó un episodio cuando recién vueltos del exilio su hijito le preguntó, luego de ver una película sobre las abuelas de Plaza de Mayo: “¿Mamá no me secuestrarán a mí?”.
Alicia Gutiérrez cerró su declaración con un alegato político, en el que recordó que “a pesar de que pasaron tantos años de impunidad, con una justicia ciega, sorda y muda, y teniendo que cruzarnos varias veces con los asesinos de nuestros familiares, nunca cometimos actos de venganza”.
La testigo señaló además la complicidad de “la cúpula de Iglesia Católica”, reivindicó la tenacidad “de los organismos de derechos humanos” y manifestó su orgullo al ver que su hijo Eduardo, quien hoy ya es un hombre, también está profundamente “comprometido con la lucha por la justicia”.
Otro testimonio
En el primero de los testimonios de este lunes, María Eulalia Nazábal –hermana de la querellante de la causa, Cecilia Nazabal–, ofreció un crudo testimonio que dio cuenta de los últimos días de vida de su cuñado, Fernando Dusex, y de la tragedia familiar sufrida por esos años de terrorismo de Estado.
Cecilia Nazabal es desde hace muchos años una de las principales impulsoras de este juicio. Desafortunadamente por estos días se encuentra internada de gravedad en el Hospital Español, por lo cual se ve impedida de seguir día a día el curso de las audiencias de un proceso histórico que sin dudas la tiene como una de las protagonistas excluyentes.
En su declaración María Nazábal recordó la mañana del 8 de agosto, última vez en que estuvieron todos juntos con su hermana Cecilia, su cuñado Fernando Dusex, y su sobrino “Fernandito”. Luego describió la tragedia familiar que los embargó. “El padre de Fernando quedó muy mal, se ahogó en alcohol y no salió de la casa por 15 años”, recordó la testigo.
El testimonio de María estuvo centrado en la experiencia que vivió durante un período que su cuñado estuvo detenido y que ella fue el nexo de comunicación entre Dusex y Cecilia, su hermana. Durante el secuestro de Fernando, a través de cartas y contactos con María Eulalia, Cecilia pudo tener alguna información respecto de algunos de los detenidos que estaban en la Quinta de Funes. “Me salvé por un pelo a pesar de haber tomado la pastilla", decía Fernando en una de las misivas.
María Eulalia contó sobre algunos encuentros con su cuñado. “El último fue el 10 de marzo del 78, unos meses antes de lo que posiblemente fue el asesinato de Fernando. Eran encuentros muy breves en lugares públicos y donde me transmitía el interés por saber cómo se encontraban su mujer y su pequeño hijo”, indicó la testigo.
Nazábal cerró su testimonio rememorando el largo camino de lucha de su hermana Cecilia. “Mi hermana ha dejado en esto el cuerpo y el alma, hoy está internada en terapia intensiva. Pero dejó el alma buscando datos, reconstruyendo esta historia”, concluyó.